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La Cuarta Transformación y el ejercicio de la demagogia

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PAUSA.MX

 

Cuando la Revolución Mexicana se institucionalizó durante el gobierno de Plutarco Elías
Calles, con el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, surgió el germen de lo que en su tiempo llegaría a ser el PRI. La intención principal de esta institucionalización no sólo era la de preservar los principios revolucionarios del movimiento armado de 1910, sino también la de que el grupo que se hizo del poder tuviera la posibilidad de posicionarse por un largo tiempo como gobierno y garantizar los privilegios que ello conlleva.

Durante este proceso de empoderamiento es también que nace un estilo particular de
gobernar, que en su momento llegaría ser nombrado por el escritor peruano Mario Vargas
Llosa como “La dictadura perfecta”. Tal forma de manejar el poder no sólo involucraba una
coptación de todas las relaciones políticas, económicas y sociales en nuestro país, sino
también se buscaba una difusión de la ideología dominante a través de un discurso
propagandístico nacionalista y panfletario.

Tal discurso fue característico del PRI y de todos los individuos que como dirigentes o
simples seguidores se beneficiaron de las ventajas que el poder otorga y, pareciera significar
una especie de ADN político del cual los priístas, aun habiendo dejado de pertenecer a esa
institución, nunca se desprenden. Tal es el caso de López Obrador, quien inició su vida pública
enrolado en el partido de la Revolución y que en su momento lo abandonó para buscar nuevos
espacios en los que pudiera acceder al poder, que dentro del PRI le estaba vetado.

López Obrador, a pesar de ya no formar parte del PRI, es un heredero de su tradición y en el
ejercicio de sus funciones como presidente de nuestro país ha hecho gala de la herramienta
discursiva característica de ese partido: la demagogia. Tal recurso propagandístico fue
perfectamente descrito por el político argentino Silvano Santander, quien al respecto afirma que
“La demagogia es incompatible con el verdadero sentido y función del gobierno democrático. El
demagogo no sólo no soluciona los problemas sociales, sino, por el contrario, los crea, porque
es su única forma de gobernar”.

Al ser la demagogia un instrumento que acude a los prejuicios, miedos y esperanzas de los
individuos, se convierte en una herramienta discursiva que impacta más en las emociones del
destinatario, que en su capacidad de análisis. López Obrador, con su experiencia de años, lo
sabe muy bien y utiliza este recurso no sólo para convencer a sus adeptos, sino que hace uso de él para combatir a sus contrincantes políticos o cualquier instancia que se niegue a creer en
la bondad de su proyecto.

Los “otros datos” que el presidente frecuentemente señala en su discurso, no son otra cosa
más que reconfigurar la realidad de acuerdo a sus necesidades. En ese sentido, lo que hace es
proporcionar a sus seguidores la visión de que su gobierno está alcanzando las metas
propuestas y confrontar, de pasada, los argumentos que la menguada oposición política
mexicana arguye. De esta forma el líder de la llamada Cuarta Transformación se apropia de la razón y, dado el poder que inegablemente posee, su discurso, al menos mediáticamente, se impone.

Es por eso que hemos sido testigos, a pesar de la debacle de las políticas públicas en las
áreas de la salud, la seguridad y la economía, que la popularidad del presidente, aunque ha
disminuido con respecto al inicio de su gobierno, todavía mantiene porcentajes altos de
aprobación, que le permiten continuar imponiendo su proyecto y su visión de las cosas. El
discurso demagógico, como podemos apreciar ha resultado exitoso, pues una buena parte de
la población mexicana, a pesar de lo que la situación que se vive, sigue apoyando el discurso
presidencial. Todo ello hasta que la terca realidad ponga a casa uno en su lugar.

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