Gregorio Ortega Molina
¿Aceptarán que con la alternancia enchiqueraron al país y todos hozamos en el lodo dejado por la corrupción?
Valadés describe con pulcritud la exhibida que se da la intimidad del poder imperial con la “administración” del combate al Covid-19. También obliga a esta necesaria reflexión sobre la verdad. Escribió el autor del libro comentado: “No obstante, es posible constatar que falsear, ocultar o exagerar hechos se ha vuelto habitual incluso por parte de jefes de Estado y de gobierno. A la mentira política pública se añadió una circunstancia de la relevancia generalizada de la era covid-19”.
El dilema crece exponencialmente, porque si quienes mandan mienten como respiran, los que obedecemos y pagamos nuestros impuestos nos dejamos mangonear, omitimos la acción de organizarnos, protestar y exhibirlos. La manera de amedrentar a los defensores del medio ambiente, o a los críticos certeros, como Porfirio Muñoz Ledo y la pléyade de periodistas exhibidos todas las mañanas, son nada más una muestra de lo que puede ocurrir por atreverse a exigir la verdad.
Sirva de ejemplo que, para encubrir su desprecio por la clase media, por los “aspiracionistas”, por lo que nunca pudo ser, AMLO miente con el ofrecimiento de la creación de una “nueva clase media, fraterna y solidaria”, lo que recuerda las ofertas de Adolfo Hitler y su ingeniería social. ¿Es el presidente de México un nacional socialista embozado? A saber.
Regresemos a Valadés: “El derecho a la verdad significa que el poder no debe ocultarla y, además, debe procurarla. El ocultamiento de la verdad, en cualesquiera de sus modalidades, o la incapacidad para encontrarla, contradicen los objetivos de la función pública”.
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