El otro día acompañé a mi sobrino a que comprara unas cuerdas para su guitarra a discorama, una tienda de discos (su nombre lo dice), la cual además de estar ubicada en pleno centro de la ciudad, era conocida por su surtido de música y por lo caro que llegaban a vender ahí.
Menuda sorpresa me llevé cuando empecé a mirar alrededor, en lo que mi sobrino pedía sus cuerdas y… ya no había muebles con discos; si, los pesados estantes para exhibir discos, casetes y años más atrás, vinilos, habían desaparecido.
En el extenso espacio que ocupaba todo el mobiliario de acero y acabado de madera, sin dejar pasar las mesitas con discos de ofertas y con artistas desconocidos, ahora se exhiben instrumentos musicales que van desde guitarras acústicas, ukuleles, docerolas (doce cuerdas para los buchones), baterías, tubas y acordeones.
He de confesar que tenía cerca de 10 años que no entraba a ese lugar, por lo qué tal vez eso generó que mi incredulidad se acentuara un poco más.
-Disculpe, ¿desde cuando dejaron de vender discos?, le pregunté al encargado
-Ni idea, tengo como cinco años que trabajo aquí y desde entonces ya no surten discos, hace rato sacamos a la liber los últimos cd’s para rematarlos a 50 pesos y batallamos para que se vendieran
-¿Y ya no entran a preguntar por discos?
-Si, de vez en cuando hay algún despistado que todavía pregunta y dice que aquí compraba discos buenos…
-Ha!, mire, cóbreme las cuerdas pues
Y si, en ese negocio, por años se podía uno surtir de diverso material sonoro, sin importar el precio que llegaba a tener un disco importado, o en el mejor de los casos, material de colección como la famosa metalbox, una caja de Metallica con dos casetes, tres vhs y un libro, la cual no es por presumir pero en mi cuarto se ve genial.
Llegar a discorama era dedicar al menos una hora repasando los estantes de discos compactos, motivo suficiente para llegar a sentirme más pobre de lo que era, por lo que mejor terminaba echando un vistazo a las cintas o casetes.
Mi primer recuerdo de ese lugar era que me llevaban a comprar agujas para las consolas del tocadiscos, aparato en el que me ponían a girar los discos de cri cri y algunas rondallas cuando era niño, y en otros casos sonaban los discos de Timbiriche de mis hermanas y como no, Leo Dan y el pirulí eran los discos que mi mamá tocaba cuando se sentaba en la sala por las noches.
Tiempo después desde ese local comercial, llegaron hasta mis manos los dos primeros casetes originales que tuve en mi posesión y que hasta la fecha conservo, eran el casa babylón de mano negra y él vasos vacíos de los Fabulosos Cadillacs.
Digo que fueron los primeros que tuve originales en mis manos, porque me los regaló mi mamá a los 13 años, ya que el muchacho se chingó la rodilla, no es meme, me chingué la rodilla y ameritaba 10 días en cama.
Tiempo después, digamos que por 1996 o 1997, cuando mi abuelo me pagaba cada mes por hacerle mandados, caminaba desde el santo niño hasta el centro a ver si me compraba discos, digo que a ver por que los precios eran altos y terminaba comprando casetes o pasándome a woolworth a los discos baratos, pero esa será otra historia.
La gran mayoría de los discos que vendía discorama eran importados, es decir, eran ediciones americanas, por lo que eso los hacía más caros, pero valían la pena, la impresión del papel, la calidad del disco compacto y una etiqueta con leyendas en inglés, hacía más atractiva la presentación.
Ni que decir de la época de los vinilos, verdaderos coleccionistas y ancianos me han contado que ahí hasta boletos para los conciertos del paso vendían, sin olvidar de los acetatos americanos que eran de mejor calidad, ya que el polvo no se les pegaba y no se escuchaba “la tierrita”.
Mientras escribo esto, suena el disco de avalancha de los héroes del silencio, cumple 25 años de que salió al mercado y además, ese diciembre de 1995, mi hermana mayor me lo regaló en navidad, donde creen que lo tuvo que comprar y carísimo porque estaba agotado en las sorianas y en Walmart?.
Los últimos discos que compré en esa tienda fueron el de la flor de Lingo y el mellon Collie de los smashing pumpkins, hace diez años que se supone la influenza no permitía que nadie saliera a la calle, pero pues uno es terco y siempre opina lo contrario.
De haber sabido que sería la última vez que compraba discos ahí, hubiera buscado más material musical.
Ayer que quería tomar una fotografía para ilustrar el texto que están por terminar de leer, sacaban del local el último mueble para discos compactos que todavía conservaban en este local comercial, iba directo a la basura.
No se si fue un presagio de a donde va la música en físico o era una oportunidad de la vida para poder ilustrar este artículo.
Por un mundo en que la música sea un derecho humano, universal y sin distingos.
Próxima entrega: a la caza de los discos baratos